Te doy la más cordial bienvenida a este pequeño espacio, en el que pretendo dar rienda suelta a la locura de la filosofía, la poesía, el arte, la música, la religión, la sociedad; en fin, a todo lo que Cassirer denominaría como el "universo simbólico del hombre". Muchas gracias por tu visita.

Del porqué Sócrates menospreciaba a los rétores...

Según cuentan los grandes maestros de historia de la filosofía, el primer filósofo que buscó la verdad a toda costa fue Sócrates. Él vivió en una época llena de política y mentiras, de personas que convencían de una cosa, la volteaban, y te podían convencer, aun si ésto contradecía lo contrario. Por si fuera poco, estas personas enseñaban y, además, cobraban por sus enseñanzas; fueron los primeros en hacerlo.

Dichas personas eran los rétores, los maestros del discurso, de las palabras al aire. La retórica es considerada como el arte de hablar bien, de convencer. Convencen de lo que sea, incluso si eso los contradice. Pues bien, de entre todos ellos sólo Sócrates creía que lo que hacían estaba mal, puesto que no había argumentación sólida, y durante su vida tuvo la ardua tarea de enseñar a los jóvenes a no dejarse llevar por los discursos fantasiosos que elaboraban los oradores.

Para esto, se valía de una técnica consistente en preguntas y respuestas. Le llamaba mayéutica, derivado de "partera", en griego. Decía que él era como la partera, porque daba a luz la verdad que estaba oculta en uno mismo.

Su premio: una condena de suicidio con cicuta. El consejo determinó que era una amenaza para la sociedad, que pervertía a los jóvenes y que enseñaba la devoción a un solo Dios, amenazando al politeísmo. Sus enseñanzas fueron recogidas por Platón, uno de sus discípulos, y gracias a él las tenemos hasta el día de hoy.

Ahora saben porqué no me gustan los políticos.

¡Ya somos más!!!

Con mucho gusto he visto que cada vez más gente se une a la causa de anulación del voto. Incluso el IFE ya ha tomado medidas, que van desde la creación de spots hasta los ridículos discursitos retóricos que afirman que la anulación es un "golpe" a la democracia. Y es que no se dan cuenta (o no se quieren dar cuenta) de que estamos hartos del mismo rebaño de políticos que siempre salen. La analogía está bien aplicada: de ovejas (de bueyes, de burros, de gallinas, de lo que sea) salen ovejas. Hasta que llega el lobo y se las come. Pues bien, ya no queremos más de ésos. Queremos águilas, queremos políticos que hagan eso: política, y no más discursos, porque para eso sí son buenos: para hablar. No estamos muy lejos de la Grecia clásica, donde los oradores eran mal vistos por los filósofos, dada su fama de decir mentiras.

Quiero, como quieren la mayoría de intelectuales del país, personas capaces de razón, de ver lo social y lo económico como una sola esfera, en la que hay equilibrio por lucha de contrarios -o lucha de clases, si se prefiere. Busco a alguien que me diga qué es la justicia social, y si me convence, pero sólo si me convence, obtendrá mi voto. Políticos, tienen mucha tarea por hacer.

Para ver la propuesta inicial, ver: http://elborregopensante.blogspot.com/2009/03/yo-tambien-anulare-mi-voto.html

En la oscuridad...

Caminaba por la noche hacia mi casa, a través de un callejón oscuro que se dirigía a una avenida transitada. Pensaba en lo efímero de la existencia; en porqué tenemos que respirar, muriendo a cada instante que lo hacemos.

De pronto, algo perturbó mis meditaciones. Me fijé que ese "algo" era "alguien"; un desgraciado pidiendo monedas "para unas tortillas"...

-No tengo, amigo- le contesté.

-Ándele, no he comido en todo el día...-respondió.

-De veras, no traigo cambio...

Terminaba de decir esa oración cuando sacó un cuchillo (probablemente de cocina) y me aventó hacia la pared, apoyando el arma en mi estómago.

-¡Cállate, baja la mirada, saca el cel y la cartera!...

-Tranquilo...- le contesté, tratando de mover mi mano hacia la bolsa de mi pantalón.

Aproveché que había movido la cabeza para sacar una navaja que tenía guardada en una bolsita, colgando del cinturón. La sostuve con fuerza y le hundí la hoja en el cuello. La sangre brotaba roja y espesa; él gemía, y pronto se cayó, doblando las rodillas.

Limpié la navaja en un charco en el piso, la guardé y seguí caminando, feliz de quitarle la vida a otro estorbo.
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Realmente no sucedió así; es más, le sucedió a mi hermano, a plena luz del día, mientras iba a un ensayo con su banda de música. Claro que no mató al delincuente, pero sí tenía un cuchillo. Le sacaron un iPod, un cel, 120 pesos y unos lentes. La reflexión obligada sería: ¿si tuvieras un arma en tu poder, te sentirías más seguro? ¿Temerías ir a la cárcel? ¿Qué haces cuando te asaltan? ¿Qué piensas de los delincuentes? Se los dejo de tarea...