Te doy la más cordial bienvenida a este pequeño espacio, en el que pretendo dar rienda suelta a la locura de la filosofía, la poesía, el arte, la música, la religión, la sociedad; en fin, a todo lo que Cassirer denominaría como el "universo simbólico del hombre". Muchas gracias por tu visita.

El espejo

Estabas de pie, justo enfrente de la ventana. Querías recordar algo, pero no sabías qué era. Te llenaba de tristeza, de odio. Querias llorar, querías gritar. Subiste al umbral y miraste hacia abajo. Los veinte pisos te llenaron de vértigo. Y saltaste. Caíste, sentías el viento sobre tu cara. Casi llegas al piso.

Despiertas. Sientes el sudor frío en tu cara. Vuelves a pensar en lo que quieres hacer. Te llena de angustia el no poder lograrlo; la impotencia te llena y te consume. Por fin te levantas y te diriges al baño. Ves de nuevo ese rostro. Un rostro joven, pero desgastado por una vida inútil. Recuerdas la última vez que lo viste. Estaba sonriéndote con esos labios delgados y esos dientes amarillos. Te da náusea.

Sigues tu día como todos los demás. Ya habías sentido eso; la sensación de que tu vida es horriblemente monótona. Estás en tu oficina, sentado ante el escritorio. Lo vuelves a pensar. De nuevo la angustia oprime tu pecho y comienzas a marearte. Quieres ir al baño. Te levantas, llegas y esa cara sudada, desgastada, te vuelve a ver. Sus ojos están abiertos. Te mira ese iris oscuro, rodeado de venillas rojas. El asco, la náusea, el odio. Corres hacia la ventana. Llegas al umbral y te lanzas al vacío. Cinco, diez, quince pisos. Cierras los ojos. Esta vez no despiertas.

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Cuento presentado para la segunda evaluación de la materia "Filosofía y literatura".

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